En una era definida por tendencias fugaces e ilusiones digitales, Ana Hernando está resultando como una fuerza resuelta, dando forma a la emoción atemporal de un modo duradero. Con más de 35 años de experiencia artística, este escultor español ha cultivado un lenguaje singular de escultura que trasciende lo material para comunicarse directamente con el alma. Arraigada en la tradición clásica pero audazmente contemporánea, su práctica multidisciplinar es un testimonio del liderazgo a través de la visión, la artesanía y la profundidad emocional.
Su trabajo habla no solo de dominio artístico sino de una dedicación inquebrantable a la autenticidad. En un mundo a menudo influido por las fuerzas del mercado, ella se ha mantenido ferozmente comprometida con la integridad de su proceso trabajando a mano, modelando con arcilla y tallando con reverencia. Cada pieza que crea, (esculturas, pinturas, medallas o dibujos), es un acto tranquilo de resistencia contra la prisa, una llamada para volver a la intimidad de la creación y la conexión.
Más allá de su estudio, ha ampliado su influencia a la innovación del diseño, la literatura y la educación. Su aventura empresarial en el arte funcional ahora es parte de la colección permanente del Museo del Diseño de Barcelona que revela su capacidad para armonizar la estética con la utilidad. Como profesora y autora, está aportando la misma pasión a la tutoría y la narración de historias, guiando a otros a través de las intersecciones de creatividad y propósito.
Ana Hernando no es simplemente una escultora, es una líder de la conciencia artística. Su legado es de transformación, ancla la emoción humana universal en la forma y nos recuerda que el más alto valor de ese arte no es solo que se ve, sino que se siente. A través de su trabajo, ella ofrece refugio y revelación.
La base del dominio
El enfoque de Hernando para la escultura, y también para la pintura, está profundamente arraigado en la tradición clásica pero claramente contemporánea en su ejecución. Se inspira en los maestros que definieron el lenguaje de la forma y el espacio: Miguel Ángel, Henry Moore, Velázquez, Picasso, Brancusi, Rodin y Matisse… A menudo explica que cada uno de estos artistas le inspiró a encontrar su propia identidad, enfatizando cómo su influencia sirvió como pasos a seguir en lugar de limitaciones en su desarrollo artístico.
Su compromiso con las técnicas tradicionales es inquebrantable. En una época en la que la fabricación digital y los atajos tecnológicos dominan muchos campos creativos, Ana Hernando mantiene un enfoque práctico que sería familiar para los escultores de siglos pasados. Ella prepara sus propios lienzos, construye sus estructuras a mano, modela con arcilla incluso obras que exceden los dos metros de altura, esculpe la piedra y talla la madera con una intervención mecánica mínima.
‘Todavía trabajo a mano. El Arte nos ofrece un encuentro íntimo y nos permite detener el tiempo, poder hacer mis trabajos con ese amor me da la oportunidad de cuidar cada detalle. Disfruto el valor de esa pieza única, como cada uno de nosotros”. Declara con orgullo.
Esta dedicación a la artesanía se extiende más allá de la mera técnica, representa una postura filosófica sobre la naturaleza de la creación artística. Para Hernando, el acto físico de hacer es inseparable del contenido emocional del trabajo. Cada marca de cincel, cada gesto de modelado, cada pincelada, lleva la intención de la artista hacia el mundo material.
El lenguaje de la forma
Ana Hernando describe la esencia de su trabajo como “la búsqueda de la síntesis de emociones a través del equilibrio, la belleza, el movimiento, el color, los volúmenes refinados y el ritmo, con la figura humana como protagonista y con una abstracción donde se puede ver reflejado el espectador”. Esta síntesis se revela en obras que logran ser profundamente personales y universalmente accesibles.
Su lema artístico, ‘Arte para vivir’, encapsula su creencia de que el arte no debería existir de forma aislada de la experiencia diaria. En cambio, sus obras están diseñadas para transmitir “esas emociones que a veces no podemos expresar en palabras, que nos conectan con nosotros mismos y con el mundo”. Esta filosofía transforma sus esculturas y pinturas de simples objetos en conductos para la conexión y comprensión humana.
El proceso creativo detrás de cada pieza comienza con una cuidadosa observación y reflexión. Hernando siempre mantiene un cuaderno y un lápiz cerca, capturando los matices que influirán en el resultado. “La escultura no permite muchas modificaciones, por lo que esas anotaciones son muy valiosas para mí”, explica. Este enfoque metódico asegura que para cuando comience a trabajar con arcilla, piedra o madera, ya ha resuelto los problemas fundamentales de comunicación y expresión.
Una escultura nacida de la crisis
Quizás ningún trabajo ejemplifica mejor la capacidad de Ana Hernando para transformar las experiencias humanas universales en forma tangible que su escultura ‘Somos abrazo’. Creada en 2020 durante la pandemia global, esta pieza surgió de un momento en que la conexión física se volvió simultáneamente preciosa y peligrosa.
“En medio de la pandemia decidí crear una obra que reflejaría la solidaridad que define lo que somos como seres humanos”, nos cuenta. La escultura fue concebida como una serie de siete piezas de bronce originales, diseñadas para conectar siete lugares en un abrazo universal. Cuatro han encontrado su hogar y todavía tres esperan sus destinos.
Este trabajo representa más que una respuesta a una crisis global, encarna la visión artística más amplia de esta artista: “Una escultura para reflejar nuestra esencia, con líneas llenas de fuerza y armonía y un volumen que contiene todas las emociones: compasión, ayuda, encuentro y esperanza”. Describe. La pieza demuestra cómo la escultura puede servir como expresión artística y conexión social, ofreciendo a los espectadores la oportunidad de experimentar emociones colectivas a través del encuentro individual.
Más allá de los límites tradicionales
El viaje artístico de Ana Hernando no se ha limitado solo a la escultura tradicional. Su espíritu emprendedor la llevó a desarrollar el diseño industrial para una taza doble reversible, un proyecto que llamó ‘C’UP Your choice on top!’. Esta aventura en el diseño funcional le enseñó valiosas lecciones sobre la relación del arte y la empresa mientras producía piezas que se han convertido en parte de la colección permanente del Museo del Diseño de Barcelona.
Mantenerse verdadero en un mundo cambiante
En un mundo del arte cada vez más impulsado por las tendencias del mercado y la visibilidad de las redes sociales, se destaca el compromiso de Ana Hernando con su visión personal. “Soy un artista de vocación plena, y eso me ha llevado a permanecer fiel a lo que el arte es para mí en cada una de mis facetas creativas”. Nos dice.
Esta dedicación a la autenticidad le ha permitido desarrollar lo que ella llama “un lenguaje propio que conecta con el espectador”.
Su enfoque de relevancia contemporánea no implica perseguir tendencias, sino más bien profundizar su exploración de temas atemporales. “Alejada de las tendencias y las modas, he estado desarrollando mi propio lenguaje artístico, conectando con quienes se acercan a mi trabajo. Con los años se aprecia esa evolución personal que da valor a mis obras”. Explica. Esta filosofía ha demostrado ser desafiante y gratificante, creando un trabajo personal que crece en importancia con el tiempo.
El poder duradero de la escultura
Hernando cree que el poder de la escultura radica en su relación única con el espacio y el tiempo, poniendo en valor que las esculturas son los testimonios artísticos que mejor han resistido a lo largo de la historia. Si bien reconoce que los nuevos materiales y tecnologías a veces pueden reducir la escultura al mero espectáculo, sostiene que sus cualidades esenciales siguen sin cambios. Según ella, la naturaleza tridimensional de la escultura, su presencia física en el espacio y su invitación al tacto, contribuyen a su impacto duradero.
Esta presencia física crea posibilidades de conexión que otras formas de arte no pueden replicar. El equilibrio, la belleza y la armonía, según esta artista, son los aspectos que perduran, y encontrar formas de transmitir estas cualidades sigue siendo un desafío emocionante para ella.
Pensando en el futuro
Ana Hernando actualmente está desarrollando una nueva colección inspirada en su trilogía poética ‘Soy. Eres. Somos. Latidos esenciales’. Este proyecto incorpora tecnología simple diseñada para mejorar, en lugar de reemplazar, el mensaje fundamental en su esencia. También tiene planes de producir un documental que profundice en la conexión entre el artista y el espectador a través de la lente del proceso artístico.
Su visión para el futuro incluye el uso estratégico de la tecnología, pero solo cuando pueda servir al propósito más profundo de esa obra, cuando tenga verdadero sentido y pueda potenciar el mensaje que transmita. “La tecnología es otra herramienta más a disposición del artista, que quizás incorpore a proyectos futuros, cuando aporte un verdadero significado en el trabajo en sí. Todo llegará a su debido tiempo”. Explica.
Un legado de conexión
Cuando se le preguntó qué espera que los espectadores puedan experimentar al encontrar sus esculturas dentro de un siglo, la respuesta de Ana Hernando revela tanto la humildad como la profunda esperanza: “Me gustaría que mis obras no hubieran perdido la capacidad de emocionar, ofreciendo la oportunidad al espectador de detener el tiempo para conectarse. El arte nos espera siempre para darnos un descanso y poder seguir adelante con nuestros desafíos”.
Para Hernando, ser una artista se extiende mucho más allá de la designación profesional o el dominio del medio. Como ella escribió, “La forma de ver el mundo del artista define su obra y representa la capacidad de compartir esa emoción para hacer sentir. Un compromiso inalienable para mantener vivas las emociones universales”.
En una era de cambio rápido y distracción digital, las esculturas, pinturas y obras de Ana Hernando están sirviendo como anclajes de experiencias humanas duraderas que nos invitan a hacer una pausa, reflexionar y conectarse con algo más profundo que la superficie de nuestra vida diaria. A través del bronce y la piedra, del pincel y el lápiz, continúa hablando el lenguaje universal de la emoción, creando obras que nos recuerdan nuestra humanidad compartida y nuestra capacidad de sentir la belleza, la conexión y la esperanza.